Pasado, presente y futuro
Hacía los años 70 y 80, en pleno auge de la psicodelia, el colorido y la explosión de reivindicaciones y derechos, Colombia se vio inmersa en una época de efervescencia social y política que resonó en las calles, las aulas y los corazones de su gente. Un torbellino de ideas y movimientos emergió, marcado por el deseo de transformación en medio de un panorama de tensiones políticas y sociales.
Uno de los movimientos más significativos de los años 80 fue el Movimiento Pedagógico, que surgió como respuesta a un sistema educativo que se percibía como anacrónico y elitista. Docentes y estudiantes comenzaron a unirse para reclamar una reforma a la educación y a la enseñanza, para que fuera más inclusiva y crítica. Inspirados por corrientes de pensamiento y pedagogías que cuestionaban el statu quo, promovieron metodologías activas y la participación de la comunidad en la educación. Este movimiento sembró las semillas de una conciencia crítica en la sociedad, generando el diálogo y la reflexión sobre el papel de la educación en la construcción de un país más justo.
Esta fue la semilla que dio paso, años más tarde (1994), a la creación del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (IDEP); y precisamente, y con el fin de profundizar en su historia, logros, altibajos, aportes, así como en lo que viene a futuro para el instituto, entrevistamos en Aula Vanguardia, a algunas personas que nos han acompañado durante este camino.
Rompiendo los muros de la escuela
Hernán Suárez, Licenciado en Historia, asesor editorial y columnista de revistas especializadas. Exasesor del secretario de educación, Abel Rodríguez; subdirector del IDEP y primer editor de la revista Educación y Ciudad, nos cuenta cómo fue el origen y cuál es la importancia del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (IDEP).
Magazín Aula Urbana (MAU): Hagamos memoria: ¿cómo surgió el IDEP?
Hernán Suárez (HS): La existencia del IDEP corresponde a la modernización de la educación y a conceptos como la investigación, los cuales empezaron a adquirir una notable importancia en los años 90. Se buscaba socializar todos los problemas que atravesaba la escuela en términos de contenidos, metodología y currículos.
En la creación del IDEP tuvo una influencia importante el Movimiento Pedagógico que había surgido en 1982, para lo cual fue determinante Antanas Mockus, quien, como activista y profesor universitario, siempre promovió las ideas en torno a la importancia de la investigación en la educación.
El instituto fue creado por iniciativa de los concejales Francisco Noguera del partido Conservador, y Aida Abella de la Unión Patriótica, y aprobado mediante el acuerdo 26 de 1994, del Concejo de Bogotá, que fue sancionado por el mismo Antanas Mockus, ya como alcalde Mayor. La primera directora del instituto fue Magdalena Morales, quien nombró como subdirector académico a Alejandro Álvarez. Ellos fueron quienes dieron forma a lo que posteriormente se constituiría en una de las instituciones más importantes en el campo educativo, pedagógico y de investigación en Bogotá.
MAU: ¿Y en dónde empezó a funcionar?
HS: Inicialmente su sede estaba en la concentración escolar Antonia Santos, ubicada en el barrio Eduardo Santos. De inmediato, Magdalena Morales acometió la tarea de la adecuación y modernización de las antiguas instalaciones.
MAU: ¿Y cómo fue su origen misional?, ¿cuáles fueron las líneas de acción?
HS: Desde sus inicios, se propusieron derroteros claros para la realización de investigaciones en el campo de la reflexión pedagógica, la historia de la educación y la pedagogía, las cuales contribuirían al mejoramiento de la calidad de la educación (un concepto que empezaba a adquirir gran fuerza). También se le encargó la tarea de supervisar la calidad de la formación dada a los docentes, ya que, en ese tiempo, para ascender en el escalafón debían hacer cursos a cambio de créditos, como requisito legal. Así la demanda de estos cursos era muy alta e, incluso algunos de ellos viajaban a diferentes departamentos para obtener la certificación de los créditos que necesitaban. El IDEP no dictaba cursos de capacitación, ni los acreditaba, su labor era supervisar a las instituciones que lo hacían por disposiciones legales.
Frente a esa realidad el instituto trató de establecer unos criterios sobre lo que debería ser la formación de los maestros y maestras. Entonces, insistió en que la formación tuviera un componente de investigación y no se limitara simplemente a la transmisión de saberes.
Como parte de su labor, en 1997 decidió crear la Revista Educación y Ciudad, que por fortuna se mantiene, aunque sufrió una interrupción de cerca de seis años, durante la administración de Clemencia Chiappe, en la Alcaldía de Enrique Peñalosa; sin embargo, se retomó posteriormente con la llegada de Abel Rodríguez a la Secretaría de Educación en 2004, lo que fue una suerte de renacer para este medio de comunicación.
Esta publicación desde su nombre mismo (Educación y Ciudad), tenía un objetivo: encontrar las articulaciones entre la revista, la ciudad y la escuela. Ya Mockus había planteado la necesidad de romper los muros de la escuela, es decir, no pensar la educación sólo hacia adentro de ella, sino también en su relación con la sociedad, con el entorno y, por supuesto, con la ciudad.
La revista se dedicó a establecer los grandes asuntos que preocupaban a la educación, entre ellos la formación de los educadores. Es decir, Educación y Ciudad se dedicó a plantear las grandes coordenadas de lo que serían las líneas de pensamiento, investigación y trabajo del IDEP.
MAU: ¿en estos 30 años, el IDEP ha cumplido con los objetivos propuestos?
HS: Creo que en estos 30 años del IDEP no se ha hecho un aprovechamiento lo suficientemente amplio de las potencialidades y de lo que representa como centro de investigación y pensamiento educativo y pedagógico, y eso se expresa en la marginalidad institucional, en la ambigüedad con que ha sido tratado el instituto, de hecho, estuvo a punto de ser cerrado.
En 2004, cuando llegamos con Abel Rodríguez a la Secretaría de Educación, la secretaria saliente, Margarita Peña, manifestó que había un proyecto de decreto para acabar con el IDEP y convertirlo en una dependencia de la Secretaría de Educación, incluso las instalaciones donde funcionaba fueron entregadas. Ante esto, el profe Abel, que sabía y reconocía la importancia del instituto, le pidió a Margarita Peña no firmar el decreto, a cambio de comprometerse a examinar la situación. Por supuesto la decisión de Abel fue mantener y consolidar el IDEP. En esta labor tuvo una destacada participación Alejandro Álvarez.
Así que, en el sótano del edificio de la Secretaría de Educación, en condiciones muy precarias estaba funcionando el instituto en 2004. Abel Rodríguez nombró directora en propiedad a Cecilia Rincón, y fue ella quien se puso al frente de todo el proceso de restauración de lo que había sido el ideario inicial.
Pero volviendo a la pregunta, creo que para fortalecer el instituto se necesita, en primer lugar, establecer cuáles son las nuevas realidades, los nuevos problemas que enfrenta la educación de la ciudad. Así mismo, se debe establecer una política más audaz de formación de investigadores y, por supuesto, no abandonar la tarea de contribuir a la formación del magisterio, pero una formación en ejercicio, que es muy importante. La dificultad está en que los docentes se han malacostumbrado, pues si no hay créditos, estímulos, reconocimientos o permisos laborales, no hay mucho interés en la formación en ejercicio.
Hay que encontrar la forma en que en las escuelas y en los colegios, los procesos de formación, investigación e innovación formen parte de la actividad curricular y de su día a día. Es decir, que no sea una actividad externa en la que los maestros y maestras vayan a un lugar, sino que en las instituciones educativas haya tiempos, recursos y espacios para la investigación, la formación y la innovación. Y esto entraña un rediseño de los tiempos, los espacios y la dinámica de los centros educativos.
Para que el IDEP pueda repensarse y relanzarse requiere de mayores recursos financieros, los actuales son muy precarios frente a sus objetivos misionales, podría decirse que los que hay son de simple supervivencia. Es urgente que la administración considere que para cumplir los objetivos renovados del IDEP es necesario asignarle mayores recursos, tomar en serio la importancia de la investigación educativa para el futuro de la educación de la ciudad y su mejora de la calidad.
El gran desafío del Instituto es que su tradición, sus esfuerzos y sus objetivos formen parte importante de la política educativa de la ciudad, que no sea una institución que existe por la tradición, por la inercia, sino que esté en el lugar que le corresponde, empezando porque el IDEP tiene que volver a tener un sitio propio, si el instituto tiene sede, tendrá asegurado su futuro, pues como decía Álvaro Gómez: “quien tiene casa, tiene patria”.
Atreverse a investigar e innovar en la escuela, es empezar a transformarla
La profesora Cecilia Rincón Verdugo ha sido una de las figuras clave en la historia del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (IDEP). A lo largo de su extensa trayectoria profesional, ha tenido la oportunidad de liderar este instituto en dos ocasiones, y ha sido testigo y protagonista de transformaciones fundamentales en la educación en Bogotá.
Cecilia Rincón es Doctora en Pedagogía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Magíster en Estructuras y Procesos de Aprendizaje de la Universidad Externado de Colombia y psicopedagoga de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Maestra experta en investigación, imaginarios, representaciones sociales y prácticas pedagógicas. Fue decana de la facultad de Ciencias y Educación como docente en la maestría en Infancia y Cultura de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y ha sido directora del programa Escuela Ciudad Escuela y del proyecto de reorganización curricular por ciclos de la Secretaría de Educación del Distrito. La profesora Rincón Verdugo participó en la ‘Misión de Educadores y Sabiduría Ciudadana’. Fue directora de Educación Preescolar y Básica y de Evaluación y Análisis de la Secretaría de Educación del Distrito.
Su labor ha sido especialmente relevante en la consolidación del IDEP como un referente en investigación educativa y en la formación continua de los docentes de la ciudad. En esta edición especial del Magazín Aula Urbana, Cecilia Rincón es una de las invitadas, no sólo por su amplia trayectoria, sino también por su conocimiento del instituto y su labor en pro de la innovación pedagógica.
A continuación, compartimos su percepción sobre el IDEP y su transformación pedagógica, y su visión sobre el futuro de la investigación educativa.
Magazín Aula Urbana (MAU): En su trayectoria profesional, ¿qué significa el IDEP?
Cecilia Rincón (CR): Para mí, el IDEP es un instituto que ha sido fundamental para el desarrollo de la investigación educativa en Bogotá. Su existencia se debe, en gran parte, al trabajo y a la visión pedagógica del profesor Abel Rodríguez, quien fue un gran impulsor de la idea de transformar el instituto en un centro de investigación y formación para los maestros y maestras. También es importante recordar el papel decisivo que jugó el alcalde Luis Eduardo Garzón, quien ayudó a salvar el instituto en momentos cruciales, garantizando su continuidad y dando un rumbo claro a su labor.
Recuerdo que, durante la alcaldía de Garzón, el profesor Abel Rodríguez fue secretario de educación (2004-2008) y fue entonces cuando me invitaron a colaborar en la Secretaría, donde estuve hasta 2006. En ese mismo año asumí la dirección del IDEP, en un momento crítico, pues se había planeado cerrarlo. De hecho, me entregaron una resolución que proponía convertir el instituto en una oficina más de la Secretaría de Educación. Mi tarea fue darle un nuevo rumbo al IDEP, fortalecer sus programas y transformar su enfoque pedagógico, alineándolo con los proyectos y metas de la Secretaría.
Creo que esa fue una etapa decisiva para el instituto, porque bajo el liderazgo de Abel Rodríguez, se entendió que el IDEP debía ser una extensión de la Secretaría de Educación, desarrollando programas de investigación y formación que involucraran directamente a los maestros y maestras, a las escuelas y a los estudiantes de Bogotá. Ese fue un cambio fundamental, ya que antes el IDEP realizaba sus investigaciones a través de personas externas. A partir de ese momento, los propios maestros y maestras comenzaron a formar parte activa de la investigación y la innovación pedagógica.
MAU: ¿Por qué considera tan importante ese momento en la historia del IDEP?
CR: Fue una transformación decisiva. Primero, porque se comenzaron a establecer líneas claras de investigación, programas y proyectos que respondían a la razón de ser del instituto: la cualificación y formación de los maestros y maestras, especialmente en los campos de la investigación y la innovación educativa.
Aquel momento también permitió una reflexión profunda sobre cómo involucrar a los maestros y maestras en la investigación desde el aula. Buscábamos que los docentes no solo transmitieran conocimientos, sino que se convirtieran en investigadores de la educación, en investigadores de la pedagogía, entendiendo y analizando los problemas que surgen en las aulas y buscando soluciones a partir de la experiencia directa con los estudiantes.
Además, en ese periodo se generó una colaboración estrecha con universidades y facultades de educación de Bogotá. La idea era trabajar de la mano de los maestros y maestras para que pudieran investigar las realidades de su entorno escolar y mejorar su práctica pedagógica. Esta era una visión innovadora y revolucionaria para la época.
MAU: ¿Cómo llevó a cabo esta transformación?
CR: Fue un proceso de trabajo conjunto con los maestros y maestras. Establecimos programas de formación en investigación educativa y pedagógica, y diseñamos proyectos específicos para fortalecer las capacidades de los docentes en estos campos. El objetivo era que los maestros y maestras pudieran investigar directamente en sus aulas, explorando los intereses y necesidades de los estudiantes, para mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Por ejemplo, comenzamos a preguntar: ¿cómo podemos enseñar mejor matemáticas? ¿Cómo mejorar la lectura, la escritura y la oralidad en los estudiantes? Y lo más importante, cómo involucrar a los estudiantes en estos proyectos para que se sintieran parte activa de su propio aprendizaje. Este enfoque no solo mejoró la calidad educativa, también empoderó a los maestros y maestras, permitiéndoles ver su trabajo como un proceso continuo de reflexión y mejora.
Los docentes empezaron a producir, a demostrar, a través de investigaciones y estudios, su vocación, sus capacidades y su conocimiento.
MAU: ¿Cómo canalizaron la creciente creatividad e innovación de los docentes?
CR: La creatividad de los docentes fue tan grande que decidimos crear el Premio a la Investigación y la Innovación Educativa, establecido por el acuerdo distrital 273 de 2007. Este premio tenía como objetivo reconocer y estimular las prácticas innovadoras de los docentes. En 2008 se entregó por primera vez, y fue un gran éxito.
En ese momento no existían las herramientas digitales que tenemos ahora, por lo que recibíamos las propuestas en físico. Hacer una convocatoria, evaluar las propuestas y organizar el proceso fue un gran desafío logístico, pero el trabajo valió la pena. Fue una labor ardua, pero el legado de esa primera entrega del premio sigue siendo significativo, pues consolidó una red de investigación y un grupo de maestros y maestras cuyo compromiso con la innovación educativa es una prioridad.
MAU: Mirando al futuro, ¿cómo ve el panorama de la investigación educativa y el desarrollo pedagógico?
CR: Actualmente, el IDEP es reconocido por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación como un centro de investigación educativa. Esto es un gran logro, pero creo que aún hay mucho por hacer. El IDEP debe seguir desarrollando nuevas líneas de investigación que respondan a las necesidades contemporáneas de las escuelas y de los docentes. Es fundamental seguir trabajando en la formación de los maestros y maestras, especialmente en lo que respecta a la apropiación de herramientas digitales y la investigación pedagógica.
Para ello, el instituto debe ampliar su equipo de profesionales, incorporando más expertos en investigación educativa, con el fin de generar propuestas innovadoras que impacten directamente en las instituciones educativas. Además, es necesario que haya más tiempo y estabilidad para los equipos de trabajo, lo cual requiere una mayor asignación de recursos.
La investigación en educación debe ser cada vez más contextualizada. En lugar de seguir modelos rígidos de investigación científica, debemos enfocarnos en problemas reales que afectan a las comunidades educativas, buscando respuestas que sean útiles y aplicables en el día a día del aula.
MAU: Para finalizar, ¿qué importancia tiene la investigación educativa y pedagógica en el contexto actual?
CR: La investigación educativa y pedagógica es fundamental porque permite entender, desde la experiencia cotidiana del aula, los procesos de enseñanza y aprendizaje. Lo valioso de esta investigación es que no tiene que seguir los cánones tradicionales de la investigación científica, que se enfocan únicamente en lo cuantificable y verificable. En el aula, trabajamos con seres humanos, con sus emociones, sentimientos y vivencias. Estos aspectos son difíciles de medir, pero son esenciales para comprender el verdadero impacto de la educación.
Por eso, la investigación educativa debe ser más flexible, debe partir de las experiencias de los maestros, las maestras y los estudiantes, y debe tener en cuenta las particularidades de cada contexto. Al hacerlo, podemos generar conocimiento que realmente transforme la educación y la vida de las personas.
Degenerando
A pesar de su relevancia en la construcción de sociedades más inclusivas y equitativas, hay temas que, debido a su naturaleza y connotación, siguen siendo considerados tabú. Estos asuntos a menudo se dejan de lado, sin la debida atención. Sin embargo, hay figuras que comprenden la importancia de abordarlos, investigarlos y socializarlos, como es el caso del profesor Fidel Ramírez, quien desde hace más de una década se ha dedicado a explorar cómo los estereotipos de género influyen en la construcción de proyectos de vida de estudiantes, particularmente en la adolescencia, una etapa crucial en el desarrollo humano.
El profesor Fidel Ramírez es Licenciado en Filosofía, con estudios en pensamiento político y económico. Especialista en interculturalidad y estudios de género; además de contar con una Maestría en Epidemiología y un Doctorado en Educación. Su trayectoria docente comenzó en el Colegio CEDID San Pablo de Bosa, donde trabajó entre 2010 y 2012, y luego continuó en el Instituto Técnico Industrial Francisco José de Caldas hasta 2016. Actualmente, se desempeña como director de los Posgrados en Educación en la Universidad El Bosque.
Vinculado al IDEP desde 2010, Ramírez fue galardonado en 2014 con el primer lugar del Premio a la Investigación e Innovación Pedagógica por su trabajo Imaginarios en torno a los roles de género en estudiantes de grado décimo del Instituto Técnico Industrial Francisco José de Caldas, que incluye su investigación-innovación titulada DeGenero.
Magazín Aula Urbana (MAU): ¿Por qué eligió el nombre "DeGenero" para su proyecto?
Fidel Ramírez (FR): Inicialmente, el proyecto se llamaba Degenerando, un juego de palabras con dos significados. Por un lado, "degenerar" se refiere a desmontar el concepto de género como una construcción social. Por otro, la palabra también alude a cómo quienes abordamos estos temas, en ocasiones, somos considerados "degenerados" en un sentido peyorativo.
MAU: ¿Qué lo motivó a enfocarse en temas de género e identidad sexual, especialmente en adolescentes, una etapa crucial en la vida de los seres humanos?
FR: Creo que no hay una sola explicación, sino una confluencia de factores. Como filósofo, me interesaron profundamente la filosofía política y los estudios de género. Pero, además, al llegar a esta institución, me encontré con una realidad muy marcada por la masculinidad hegemónica y la reproducción de estereotipos de género. Un caso que me marcó particularmente fue el de un estudiante de sexto grado con una expresión de género diversa, quien sufrió actos de violencia por ello.
Mi formación académica y mi sensibilidad hacia los temas sociales me impulsaron a intervenir en la institución. No solo me centré en el estudiante víctima de violencia, también adelanté una investigación con los estudiantes agresores para comprender mejor las raíces de estas conductas. Ese estudio, que fue publicado en Brasil, analiza las raíces misóginas de la violencia contra personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas.
MAU: El tema de género y violencia en las instituciones educativas es recurrente. ¿Por qué cree que las escuelas han guardado silencio frente a estas problemáticas?
FR: La escuela ha invisibilizado estos temas, principalmente porque no tiene la sensibilidad suficiente para abordarlos, y se cree que no son problemas reales dentro de las instituciones educativas. Además, las escuelas hoy en día están sometidas a un escrutinio constante, particularmente por sectores conservadores, lo que genera una especie de autocensura.
A pesar de esto, creo que ha habido avances significativos. Actualmente, se pueden tratar estos temas de manera más abierta, sin ruborizarse. Sin embargo, el silencio sobre los géneros y las sexualidades ha creado vacíos que terminan siendo llenados por prejuicios.
Este enfoque también ha tenido un costo. Quienes nos comprometemos con estos asuntos hemos sido objeto de críticas y escrutinio público, alimentado por algunos sectores. Por eso, agradezco profundamente al IDEP, que ha mantenido su independencia y ha apoyado mis investigaciones, lo que me ha permitido visibilizar estas temáticas y mantenerlas en el debate.
MAU: ¿El premio que recibió le abrió puertas?
FR: Sin duda. El premio me permitió posicionarme como un referente en asuntos de género y sexualidad dentro del sistema educativo, a nivel distrital, nacional e internacional. Diez años después, puedo contar con más de una decena de libros y capítulos publicados, además de más de 30 artículos académicos en revistas locales e internacionales, en los cuales reflexiono sobre los límites y las posibilidades de la equidad de género en las escuelas.
MAU: Hablando de sus libros, su última publicación aborda el arte, el género y la educación. ¿De qué trata?
FR: Este libro sistematiza la experiencia de investigación Arte, Género y Educación, un proyecto basado en la metodología de investigación-acción promovida por la profesora Amanda Cortés Salcedo. El estudio se hizo con maestros de la Secretaría de Educación del Distrito, quienes participaron en un proceso de investigación-formación.
El enfoque era que los maestros fueran tanto objeto como sujetos de investigación. A través de ejercicios etnográficos, exploraron cómo se habían subjetivado respecto al género. El género, como categoría de análisis, lo entendemos como una construcción social impuesta por la cultura, pero también como un proceso activo en el que cada sujeto se apropia de esa construcción de manera única.
Lo que hicieron los maestros, utilizando herramientas artísticas, fue crear puestas en escena que reflejaban sus procesos de subjetivación de género. El arte, como lenguaje, ofrece una vía muy libertaria para expresar estas reflexiones. Además, las obras fueron presentadas y comentadas por otros participantes, lo que enriqueció el proceso y produjo reflexiones valiosas, que finalmente fueron incluidas en el libro.
La obra se divide en dos partes: la primera explica el proceso formativo y las bases teóricas y metodológicas del proyecto, y la segunda recoge las reflexiones de los maestros involucrados. En resumen, el libro documenta tanto el proceso investigativo y formativo como las experiencias vividas, contadas por los propios protagonistas.
MAU: Para finalizar, ¿qué ha significado el IDEP para usted y su carrera como docente e investigador?
FR: El acompañamiento del IDEP ha sido determinante para mi desarrollo académico y profesional. Valoro profundamente el respeto con el que el Instituto me ha orientado y apoyado en mi carrera como investigador. Soy un convencido de que el mayor aporte que ha hecho esta institución a la educación de Bogotá es ayudar a los docentes a reconocer el valor de sus propias prácticas, incentivarlos a investigar sobre ellas y acompañarlos en la circulación y visibilización de sus resultados. El IDEP ha sido una plataforma vital para mantener vivos los debates sobre estos temas cruciales en la educación.
El impacto real es intangible
La profesora Natalia Pinilla, ganadora en dos ocasiones del Premio a la Investigación y la Innovación del IDEP (2013 y 2014), es una referente en el campo de la educación en Colombia. Su trabajo en equipo, centrado en temas de género, democracia y pedagogía, ha tenido un impacto significativo en la comunidad educativa. En esta entrevista, Natalia comparte sus experiencias ganadoras, sus reflexiones sobre el IDEP como instituto para el trabajo con los docentes investigadores e innovadores, y su visión sobre el futuro de la educación y la investigación pedagógica.
Natalia es Licenciada en Educación básica con énfasis en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Máster en Investigación Social Interdisciplinaria de la misma universidad. Especialista en feminismos y estudios de género de la Universidad Nacional de Colombia. Doctora en Educación de la Universidad Santo Tomás. Maestra en propiedad de la Secretaría de Educación de Bogotá y maestra investigadora titular de la Universidad Distrital, en los programas de posgrado en Infancia; también pertenece al Grupo de Investigación Infancias de la misma universidad. Galardonada por la Secretaría de Educación del Distrito y por el IDEP “Por su dedicación y compromiso cotidiano por materializar la igualdad de género en distintos escenarios donde ocurre el acto pedagógico” en 2014. Es Maestra Inspiradora en la Línea de Género y Diversidad Sexual del programa Maestros y Maestras que Inspiran en su segunda edición, 2021. e IDEP. Maestra Mentora en la Línea de Género y Diversidad Sexual del programa Maestros y Maestras que Inspiran en su tercera edición, 2022. e IDEP.
Magazín Aula Urbana (MAU): ¿De qué se trataban sus dos investigaciones con las cuales ganó el Premio a la Investigación y la Innovación?
Natalia Pinilla (NP): Para el primer premio, junto con el profesor Fidel Ramírez, hicimos una investigación sobre género, mientras adelantábamos un doctorado Nos enfocamos en los imaginarios de roles de género y en los proyectos de vida de los estudiantes de grado décimo.
El segundo premio, en 2014, lo obtuvimos con un trabajo desarrollado con un grupo de docentes del Colegio Leonardo Posada Pedraza, institución en la que soy profesora. Se trataba de un proyecto de Gobierno de Aula, una iniciativa institucional que promueve la democracia, la participación y la autonomía en la escuela, y que sigue vigente hoy.
Después, con el profesor Fidel, trabajamos en un libro que fue resultado de una investigación sobre artes, género y subjetividades en la escuela, realizado en colaboración con un grupo de docentes y la Universidad del Bosque. En este caso, no solo profundizamos en los estudiantes, sino en la subjetividad de los docentes, un aspecto que considero esencial para la educación.
Me he concentrado en investigar sobre género, tema en el que también participé en la edición 2021 y 2022 del programa Maestros que Inspiran, en la línea de género y diversidad sexual, primero como inspiradora y luego como mentora. Este ha sido uno de mis campos de estudio, y mi expertise en este tema ha ido creciendo a lo largo de los años.
MAU: ¿Qué significa para usted el IDEP?
NP: El IDEP ha sido fundamental porque ha promovido la idea de que la escuela puede ser un espacio para investigar. Gracias al instituto, hemos aprendido a ver las instituciones educativas como lugares donde se puede construir conocimiento. El IDEP entiende que la pedagogía es un campo vivo, en constante transformación y discusión. Nos ha enseñado que la investigación en el aula no solo es posible, sino que también es valiosa, y que el saber que se genera allí debe ser reconocido.
El instituto ha estado en sintonía con los cambios históricos y culturales que ha vivido la sociedad colombiana en los últimos 30 años. Desde la pandemia hasta el proceso de posconflicto y las transformaciones culturales que estamos viviendo, el IDEP ha respondido a esos desafíos, abriendo espacios para reflexionar sobre temas como el género, que antes no se discutían tanto.
Lo que me parece más relevante del IDEP es que ha sabido reconocer la complejidad de las infancias y juventudes actuales, y cómo estas deben protagonizar los procesos educativos. Ya no estamos en un escenario en el que los profesores y profesoras tenemos todas las respuestas, caminamos junto a nuestros estudiantes, quienes son sujetos históricos y culturales, con voz y protagonismo en su propia formación.
El IDEP también ha jugado un papel crucial en la sostenibilidad de proyectos pedagógicos como el que mencioné, el de Gobierno de Aula, que ha perdurado por muchos años. Para garantizar la continuidad de estos proyectos, hemos recurrido a estrategias pedagógicas colectivas y comunitarias, porque las escuelas se construyen desde la comunidad. Además, la posibilidad que nos ofrece el IDEP de escribir, contar y publicar nuestras investigaciones hace que sea un centro vital para la educación y la pedagogía en Colombia.
MAU: ¿Qué proyectos de investigación tiene en mente para el futuro?
NP: En mi futuro investigativo, quiero seguir pensando la educación como un campo interdisciplinar. Aunque hoy hay un gran interés por temas como la robótica, la programación y la inteligencia artificial, me gustaría enfocarme en la construcción de una cultura de paz, especialmente en el contexto de nuestras comunidades y estudiantes. Creo que este es un asunto que, además de ser relevante para mí, es crucial para la sociedad en la que vivimos.
El impacto real de la educación, como lo veo, no siempre es tangible. A veces, ese impacto está en algo mucho más intangible: en tocar el proyecto de vida de un estudiante, en fomentar una reflexión sobre equidad, libertad y oportunidad.
Esto no se mide necesariamente en resultados de pruebas como el ICFES o PISA, ni en buenos resultados académicos. Si un estudiante ha podido comprender una reflexión sobre la paz, la equidad o la justicia, eso es lo que realmente importa. Este tipo de enseñanza es subjetiva y profundamente transformadora, pues estamos formando sujetos que, al comprender estos valores, contribuirán a una mejor sociedad
En definitiva, lo que importa no es solo enseñar contenido, sino generar conciencia, empoderar a los estudiantes para que se conviertan en ciudadanos activos, críticos y comprometidos con su entorno y con su país.