Por: Lorena Suárez Valderrama. Coordinadora del Departamento de Ciencias Sociales del Colegio Helvetia. Miembro del Laboratorio Docente de Colegios Privados por la Verdad, Memoria y Construcción de Paz. Ha trabajado en la construcción de escenarios para la educación para la paz, asociados a la recreación de escenarios como la Comisión de la Verdad y la JEP en contextos escolares. Correo: lsuarez@helvetia.edu.co
En el año 2016, la esperanza y las palomas de la paz se volvieron a tomar las escuelas. Los maestros de vieja data, recordaban sus épocas de niñez cuando Betancourt firmaba la paz y la séptima papeleta movía las juventudes ante la posibilidad de reescribir una constitución. En este caso, era Juan Manuel Santos quien volvía a poner a la paz como protagonista y la memoria traía esperanza, pero también, temores y prevenciones de experiencias pasadas de un país desmemoriado para el que la reconciliación continua como tarea pendiente.
Ante la iniciativa de llevar el informe de la Comisión de la Verdad a la escuela, las tensiones propias de un país polarizado no se hicieron esperar. Dos instituciones que educan -la escuela y la familia- entraron en confrontación no solo por “la verdad” que llegaría a las escuelas, sino también por la forma en que esta se articularía al currículo y las implicaciones que esta podría tener en la formación política de los jóvenes.
“Decidí que la tarea de acercarse a “la verdad” deberían hacerla ellos”
Que la tarea la hagan los pelao’s
Muchas preguntas rumeaban mi cabeza, entre ellas, cómo llevar a cabo la tarea en medio de las tensiones. Cómo hacer conscientes a los jóvenes del momento histórico que estaban transitando, mientras navegan en redes sociales y la superficialidad de las noticias del día se llevan la atención y sobre todo, cómo hacer memoria en medio de tarta resistencia. Entre discusiones con los colegas -vinculados a colegios privados de la capital- decidí que la tarea de acercarse a “la verdad” deberían hacerla ellos, yo solo les daría la hoja de ruta para que transitaran los múltiples caminos que nos conducen a la memoria.
Encontré en la simulación de los debates de ONU el escenario más adecuado. El modelo, era un entorno de debate académico que los estudiantes conocían valorado por todos, pero sobre todo, con mucho prestigio dentro de la comunidad educativa. Esta vez no simularían un comité de la organización, tampoco discutirían sobre guerras ajenas y mucho menos se dedicarían a redactar una resolución sobre presupuestos ilusorios que resolverían el asunto del hambre en África. Ahora la tarea sería la simulación de la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz, dos instituciones que tenían los roles más importantes en este momento histórico, pero que también estaban en el ojo del huracán, allí tendrían que llegar los estudiantes.
“Todos coincidían en que la verdad era absolutamente necesaria, nos gustara lo que nos trajera o no”
La necesidad de la verdad
Como era de esperarse, algunos padres se opusieron al ejercicio pues era una de las tantas estrategias de los profesores para adoctrinar a los jóvenes. Otras posiciones fueron más conciliadoras en tanto se permitiera que los estudiantes escogieran a quien representar y unos pocos, celebraron el ejercicio. Estos últimos, desde una perspectiva mas abierta, decidieron que era pertinente en aras de la construcción de “verdades imparciales”, que los estudiantes se acercaran de forma autónoma al ejercicio, además, entrenándose en la búsqueda de “la verdad” y con la posibilidad de anotar cuestiones que la Comisión había pasado por alto.
La indagación fue profunda, extensa y muy confusa. Muchos estudiantes llegaban a las sesiones de preparación con más preguntas que respuestas. En ocasiones angustiados por la información encontrada, pero todos coincidían en que la verdad era absolutamente necesaria, nos gustara lo que nos trajera o no. Algunos se reafirmaron en sus posiciones, -era de esperarse- pero se permitieron reconocer que había otras verdades, otras realidades y otros relatos sobre lo ocurrido en la guerra y sus muchas formas de violencia.
Entendieron que la paz es “tarea de todos” y que la memoria se escribe a varias manos, como un trabajo en grupo.
La mayoría de ellos, al fin habían entendido que era eso de la Justicia Transicional y por qué no todos estaban en la cárcel. Muchos comprendieron que la tarea más compleja viene después de la firma del acuerdo y lo más importante -desde mi perspectiva- entendieron cuál era su rol en todo este asunto de la verdad. Entendieron que la paz es “tarea de todos” y que la memoria se escribe a varias manos, como un trabajo en grupo.
La tarea continúa
Las resistencias persisten y el informe es enorme, lo que implica que la tarea del maestro no acaba. Habrá que seguir explorando y construyendo escenarios que permitan fortalecer los procesos de verdad y memoria, pero sobre todo, superar la polarización para que todos reconozcamos la complejidad de lo que llamamos “verdad”. Esta responsabilidad debe asumirse no como un trámite del currículo, sino como un deber institucional que permita que la escuela, y todos quienes hacen parte de ella, abracen al fin “la verdad”.