Por: Fabio Jurado Valencia:. Docente. Licenciado en literatura, magíster en letras Iberoamericanas y doctor en Literatura. Autor de libros como Investigación, escritura y educación: El lenguaje y la literatura en la transformación de la escuela; o La escuela en el cuento, entre otros. Actual miembro de la Red Colombiana para la Transformación de la Formación Docente en Lenguaje.
El lenguaje no es un instrumento que sirve para comunicarnos como tradicionalmente lo definían los libros de texto. El lenguaje es una práctica social solventada por diversas sustancias de expresión (palabras, gestos, señales…) para provocar interacciones. Así, si hay interacciones, existe el lenguaje.
La interacción es interior y exterior. Es interior cuando al interpretar un determinado texto, se reconstruyen en el pensamiento las sustancias de contenido (las ideas) y se ponderan; es como interactuar en silencio con quienes hablan desde los niveles profundos del texto, condición propia de la lectura de los textos y de los discursos (si no se escucha nada, es porque no hay interpretación, luego no hay interacción, pues la escucha es, en sí misma, lenguaje).
“La escritura es la representación del lenguaje interior…la manifestación más elevada en los procesos de abstracción que experimentamos los seres humanos”
La interacción es exterior cuando por la fuerza de la interpelación o de la reafirmación de lo dicho en el texto producimos otro texto, sea oral, escrito, gestual o iconográfico (lenguajes con sus propias singularidades físicas); es el caso de la intervención oral en la clase apoyados en lo comprendido según el texto que funge de apoyo para los aprendizajes previstos.
Al intervenir oralmente con la remisión al texto leído se reactiva el pensamiento interior y se reconfigura el lenguaje para provocar pronunciamientos de los otros; y entre todos, escuchas y hablantes, se llega a acuerdos, aunque no sean plenos, sobre lo relevante de lo planteado en el texto y su relación con lo que se discute y aprende en el aula; si la polémica es intensa solo la escritura ayudará a dirimir las tensiones.
En consecuencia, la escritura es la representación del lenguaje interior, con el control de las intencionalidades de quien lo hace; de allí que la escritura sea la manifestación más elevada en los procesos de abstracción que experimentamos los seres humanos y a la vez una experiencia intelectual que requiere de reelaboraciones hasta que el escrito logra acoplarse con dichas intencionalidades o propósitos.
“El reto pedagógico del profesorado hoy es cómo trabajar en las aulas, presenciales y virtuales, con proyectos que propicien la necesidad de leer, escuchar, hablar y escribir”
Por eso su morosidad, porque el escribir es la vía más auténtica para asegurar los aprendizajes (revisión, depuración, nueva revisión); pero también, en un movimiento circular, los textos escritos por los estudiantes o los docentes requieren ser hablados, es decir, comentados, discutidos; entonces desde todos los ángulos los lenguajes están activados en los escenarios dispuestos para los aprendizajes académicos.
Ubicados aquí es perentorio preguntarnos por la función del lenguaje, o de los lenguajes, en el contexto de las aulas en un momento histórico en el que la versatilidad de las redes telemáticas ocupa gran parte del tiempo de la cotidianidad, siendo inevitable su función en las modulaciones pedagógicas y en la construcción de los aprendizajes.
Las generaciones de estudiantes en la actualidad, y en las por venir, ya no dependen estrictamente de los discursos instructivos del profesorado si bien los requieren como interlocutores y acompañantes en ese proceso complejo que implica el dominio de los códigos específicos de las disciplinas científicas y su utilidad en la vida; nadie aprende solo, ni nadie puede aprender por el deber sino por la necesidad y el deseo; he aquí el reto del profesorado: ¿cómo provocar la necesidad y el deseo por aprender lo que se requiere aprender en el siglo del deterioro planetario, de la robótica y de la competitividad individual?
“...los estudiantes denuncian un sistema que no responde a sus expectativas: quieren indagar, explorar, descubrir tal como lo han aprendido de manera informal con las herramientas digitales”
Las señales del desinterés –los estudiantes no quieren aprender, dicen-; el desacomodo en las aulas cuadriculadas con las filas de cuellos y cabezas en los pupitres unipersonales –los estudiantes no se están quietos, molestan entre sí, se duermen, son indisciplinados, aducen- constituyen pistas que, como todo lenguaje, nombra y dice, en este caso sobre la demanda tácita de transformar el sistema regulativo de la educación formal; es decir, con sus actitudes los estudiantes denuncian un sistema que no responde a sus expectativas: quieren indagar, explorar, descubrir tal como lo han aprendido de manera informal con las herramientas digitales, buscan la complejidad no la sencillez de repetir definiciones porque saben que lo dictado en la clase está en los libros y en las plataformas virtuales.
El reto pedagógico del profesorado hoy es cómo trabajar en las aulas, presenciales y virtuales, con proyectos que propicien la necesidad de leer, escuchar, hablar y escribir. Ello supone que el docente mismo ha de asumirse como sujeto que lee, escucha, habla y escribe y por su experticia pedagógica puede provocar las reflexiones de los estudiantes a partir de los avances de los proyectos liderados por ellos mismos. Todo proyecto implica integrar los lenguajes (de la historia, la filosofía, la física, las matemáticas…) según sean las demandas de los proyectos, lo que indica que el trabajo con proyectos converge en el juego con los lenguajes.
Un referente al respecto es la experiencia de los maestros y las maestras que participan en la Red Colombiana para la Transformación de la Formación Docente en Lenguaje, cuya impronta es el trabajo en equipo a partir de preguntas y dilemas que los estudiantes proponen para su consideración desde la pedagogía por proyectos.
Este trabajo se viene adelantando desde el año 1998; cada año se socializan los avances de los 15 nodos regionales, con ponencias grupales en talleres nacionales, y cada 2 años se realiza un taller latinoamericano, dado que son seis países los que participan en la Red Latinoamericana. Colombia es el país que más ha sostenido el ritmo, como se observa en las publicaciones: casi 30 libros escritos por maestros y maestras de esta Red.